4.15.2011

SEVEN STEPS TO HEAVEN

Retrasada, estás ya muy retrasada, lo estás porque en el fondo no te interesa compartir con los mismos de siempre, con sus diálogos superficiales, con sus monólogos grandilocuentes, por eso llegas tarde al compromiso.
 
Al entrar al salón ves que ya beben aperitivos y conversan sobre las presentaciones protocolares de la jornada, por eso te es más difícil integrarte, lo que haces silenciosamente acercándote a una colega, una mujer con la cual simpatizas. Mientras pruebas un bocadillo, reparas que cerca está aquel hombre que te llamó la atención una tarde reciente en que coincidieron en un pasillo. El es nuevo aquí, pero se mueve con gran soltura entre sus pares, ríe y conversa animadamente con otros asistentes. Sigues atenta a tu diálogo, pero de vez en cuando escuchas su voz entre muchas otras voces que se entrelazan como eslabones en una red. Averiguas su nombre gracias a Diana, tu acompañante que algo más sabe de él. Luego, una llamada al teléfono móvil de ella comunicando un problema con su hijo, hace que se deba retirar de inmediato y se interrumpa la conversación que mantenían.


Algo distraída estás cuando aquella voz que ya reconoces te dice: “No me imaginé que se juntarían casi todos acá hoy… ¿tu trabajas hace tiempo aquí?”, mientras su perfume queda al alcance de tu olfato respondes a su pregunta volviendo desde tu lapsus de distracción. La agradable conversación que comienza hace que olvides el desánimo original. Se trata de un hombre muy simpático. Su tono de voz y su sonrisa te agradan, y al tenerlo cerca, a tu alcance, lo encuentras aún más atractivo. Te gusta su compañía, sientes que podrías estar el resto de la noche escuchando sus comentarios asertivos, sus preguntas y respuestas provocadoras.

 
Los demás asistentes comienzan a marcharse, lo que también harás pronto, pues Fernando te espera en casa preocupado de tu regresar más tarde en esta ocasión. Le dices a tu nuevo colega que ya debes partir y él ofrece acompañarte al estacionamiento. Caminan sin prisa, paso a paso a lo largo del pasillo que conduce a la calle. “¡Otro día podríamos juntarnos a compartir un café!”, exclama mientras se acerca a ti para despedirse. Esperas un beso en la mejilla, pero él busca algo más: un profundo beso en la boca es el resultado de la búsqueda.

 
Te gusta como besa: lento y dulce tal como su tono de voz al hablar. En un pequeño papel le escribes tu email y teléfono para acordar en los siguientes días lo de la invitación a un café.


Manejas de regreso en medio de la noche que anuncia lluvia por medio de gotas que se deslizan contra gravedad a lo ancho del parabrisas de tu automóvil mientras en el reproductor el piano de Herbie Hancock prepara la entrada a la trompeta de Miles.